"El tenebroso pozo de San Lázaro, ese lugar misterioso del
río Ebro a su paso por el puente de Piedra, ha dejado de serlo un tanto. El
pasado domingo, unos hombres zaragozanos descendieron a sus profundidades y
colocaron en el fondo una imagen de Nuestra Señora del Pilar. Desde ahora la
imagen de la santa patrona estará presente en uno de los lugares
más legendarios y siniestros de nuestra historia ciudadana.
Tres hombres de CADAS (Club Aragonés de Actividades
Subacuáticas) fueron los que se sumergieron en las entrañas del pozo. Hablamos
con uno de ellos, José Miguel Buera. El fue quien realizó la operación final.
En la conversación también está presente Manuel de la Figuera, presidente del
CADAS, y asimismo conocedor del pozo, pues anteriormente realizó una inmersión
previa.
-¿Cómo nació esta iniciativa?
-De la manera más sencilla. Se nos ocurrió a Benito Podero,
a Alberto Marquet y a mí, es decir, los que el domingo nos sumergimos. Lo
expusimos en la federación y el 28 de agosto constaba en acta en el orden del
día. Hacía tiempo que queríamos poner una imagen de la Virgen en el sitio al
que vamos más a menudo, en Ametlla de Mar, y esos lugares
del Mediterráneo. También hacía tiempo que nos rondaba la
idea de descender al pozo de San Lázaro. Por asociación de ideas el resultado
fue simple.
-¿Qué se han propuesto con ello?
-Demostrar que el pozo de San Lázaro no es un lugar tan
macabro como se cree y desterrar un poco su leyenda.
-¿Fueron necesarios muchos preparativos previos?
-Sí, anteriormente tuvimos que hacer una inmersión previa
para ver si era realizable la idea. Las operaciones fueron muy lentas y bajamos
prácticamente de noche.
-Una vez puestos en la obra, ¿cuáles fueron las mayores
dificultades?
-En primer lugar los accesos. Estos suponen un gran inconveniente
ya que es difícil subir contra corriente embarcaciones de motor y maniobrar con
ellas y con el material necesario. El problema se solucionó gracias a la
magnífica colaboración del Centro Aragonés de Espeleología, cuyos miembros
hubieron de descender «a rappel» por una de las pilastras
del puente de Piedra llevando consigo la imagen de la
Virgen, es decir 150 kilos de plomo, en un volumen muy reducido y difícil de
manejar. Asimismo es de agradecer el apoyo de la Cruz Roja de la Juventud, que
en todo momento estuvo a nuestro lado.
-¿Y una vez en el agua?
-Una vez abajo el principal problema fue la falta de
visibilidad que hay en el lugar. Trabajamos en completa oscuridad. A partir de
metro y medio no se aprecia ni la claridad del día. Y no vale la pena ni llevar
lámpara porque no se ve ni a diez centímetros.
-¿Tan grande es la suciedad que hay en el pozo?
-Impresionante. El Ebro, a su paso por Zaragoza, y
especialmente en este lugar, es un foco supercontaminado, maloliente y
pestilente. Después de la inmersión previa yo padecí una infección en el oído.
-Ríos subterráneos, brazos que llegan hasta el mar, el
famoso autobús… ¿qué hay exactamente en el pozo de San Lázaro?
-Precisamente por la enorme oscuridad antes comentada no se
puede saber todavía qué hay con precisión. Nosotros tratamos de evitar el
autobús y no lo encontramos. Luego, en el fondo, hallamos enormes bloques de
piedra, árboles y en el suelo canto rodado. Pero insisto en que no se puede
saber exactamente qué hay. Sería necesaria una exploración total de la zona.
-¿A qué profundidad tocaron fondo?
-En la inmersión previa a quince metros. El domingo nos
debimos desviar un poco y encontramos dieciocho.
-¿Hallaron torbellinos, corrientes subterráneas?
-En superficie hay corriente fuerte. Abajo hay algún
remolino pero sin demasiada fuerza.
-¿Fue trabajoso bajar la imagen hasta tanta profundidad?
-Lo difícil es acompañarla, ya que se calcularon unos globos
de elevación de 175 kilos, pero todavía fueron insuficientes.
-¿Dónde se colocó la Virgen?
-En principio pensamos sujetarla con clavijas o cables de
acero a alguna roca, pero luego hallamos un lugar idóneo que hacía innecesaria
esta operación. Se trata de una auténtica chimenea formada por dos enormes
bloques de piedra rectangulares de unos cinco metros de altura. Los bloques
forman un estrecho pasillo de un metro escaso de anchura. Ahí está la Virgen.
-¿Qué se siente al estar maniobrando a 18 metros de
profundidad aprisionado entre estos bloques?
-Nervios, qué duda cabe, y muchos nervios también cuando
comienza la inmersión. Es el momento más delicado. Al fin y al cabo es algo así
como un viaje a lo desconocido. No sabe uno si va a encontrar un sifón o una
fuerte corriente. Luego, cuando se bajan, doce, catorce, dieciséis metros, y no
se encuentra fondo entra un desasosiego. Al fin, tocas algo, pero en aquella
oscuridad no sabes qué es.
-¿Va a quedar algo en recuerdo de su hazaña?
-Sí, dejamos una boya de plástico, que la próxima semana
cambiaremos por una metálica y que quedará de forma permanente.
Atada a la boya, en el fondo, se encuentra la imagen.
-¿Hay proyectos de bajar de nuevo?
-Así es, cada año, el 19 de octubre bajaremos a depositar un
ramo de flores a la Virgen del Pilar."